¡HA RESUCITADO¡ ... pero sólo un poco.
Es el grito de alegría que se oye en todas nuestras iglesias y comunidades religiosas en estos días.
Celebramos nuestras vigilias pascuales, nuestras eucaristías de Pascua, y repetimos sin cesar el mismo mensaje a través de los siglos desde que aquella primera comunidad cristiana experimentara la presencia de Cristo en medio de ellos.
Pero el que Cristo resucitara no significa, como a veces se tiende a entender, que reviviera. Cristo no revivió de entre los muertos. Cristo no volvió a su cuerpo anterior a su muerte. No recuperó su cuerpo mortal, de carne y hueso, con su sangre bombeando en su corazón y sus funciones vitales humanas. No. Cristo RESUCITÓ, que es muy diferente. Cristo pasó a otro nivel de vida, a otra forma de estar entre nosotros, distinta pero no por ello menos real. Lo que ocurre es que esa presencia del RESUCITADO entre nosotros a veces se difumina y no es tan evidente.
Que vaya alguien, de los que cantamos el Aleluya pascual a pleno pulmón, a cantarlo con la misma fuerza a Siria, a Irak, a Somalia, a todos los hombres, mujeres y niños que sufren las tragedias que desgarran el continente africano, los focos de tensión y atentados a la libertad del hombre en Asia y América Latina, a los pobres indígenas de las selvas amazónicas, explotados vilmente por otros hombres avaros de riqueza y poder, que vaya alguien, si tiene el valor de hacerlo, a gritar con esa misma fuerza de sus pulmones el Aleluya pascual a esos millones de emigrantes que cruzan los mares y fronteras, de mujeres prostituídas a causa de la miseria, de niños maltratados y vejados ...
¿Quién de entre los que entonamos con complacencia el Aleluya pascual es capaz de anunciar que CRISTO HA RESUCITADO a los que transfieren sus capitales sin ningún tipo de cortapisas gracias a la globalización del capital, a las grandes multinacionales que rigen el destino de este mundo, a los grandes laboratorios farmacéuticos que se niegan a abaratar sus patentes para los países donde mueren los millones de personas de sida, a las grandes empresas productoras de armamentos, (misiles “inteligentes” les llaman), a la banca internacional?
La presencia del resucitado en nuestro mundo es mínima, por mucho que se nos llene la boca de aleluyas pascuales, por mucho que nos empeñemos unos pocos en gritar que Cristo ha resucitado, la verdad es que cuando echamos una mirada a nuestro mundo no podemos más que decir que Cristo está aún por resucitar, que empezó a resucitar en el mismo momento en que murió, después de su ignominiosa e injusta muerte, y que sus amigos y apóstoles experimentaron su presencia y su influencia en su vida y que esa experiencia de resurrección se va realizando poco a poco entre nosotros en la misma medida en que nos vamos abriendo a su Buena Noticia, a su forma de vivir, a sus valores, a su ternura, a su perdón, a su amor.
Creo que aún queda mucho Cristo por resucitar.
Fr. Enrique