¡Que el Señor les dé su paz!
El próximo domingo 19 de noviembre, en la antesala de la celebración de Cristo Rey, el Papa Francisco ha querido instituir la “primera jornada mundial de los pobres” como fruto del año de la misericordia vivido durante el 2016. Reconociendo que en reiteradas oportunidades vivimos el contraste entre palabras vacías presentes en nuestra vida y los hechos concretos que debemos enfrentar.
Como franciscanos somos invitados a seguir la praxis del hermano Francisco de Asís: “cuando vivía en el pecado me parecía muy amargo ver a los leprosos, y el mismo Señor me condujo entre ellos, y los traté con misericordia” (Test 1-2), de tal forma que esta celebración provoque un verdadero encuentro con los empobrecidos de nuestro tiempo, haciendo de este compartir un estilo vida cotidiano en nuestras fraternidades.
Nuestra tradición evangélica franciscana manifiesta que estar con y en medio de los pobres tiene raíces teológicas, pues refleja nuestra relación con Dios. Por tal motivo, las palabras del discípulo amado “no amemos de la palabra y de boca, sino de verdad y con obras” (1 Jn. 3,18) se actualizan y cobran sentido en nuestra forma de vivir el carisma.
A través de esta carta quiero motivarles y animarles a vivir y celebrar esta Jornada Mundial propuesta por el Papa Francisco en sus fraternidades y en los variados servicios pastorales y sociales que los hermanos realizan en toda la Orden.
Además de las propuestas concretas que propone el Papa Francisco, deseo pedir a los hermanos que puedan revisar los proyectos de asistencia social que encontramos en muchas presencias de la Orden, como una oportunidad para discernir y lograr que los pobres, que son nuestros hermanos privilegiados, no solo sean destinatarios de nuestra asistencia, sino sujetos de su propia vida. Y que, con nuestro compromiso, juntos podamos colaborar para que sean forjadores de su futuro, saliendo de la marginalidad de su pobreza a la que han sido sometidos producto de un sistema injusto que promueve la cultura del descarte y del derroche, olvidándose del ser humano.
Aprovecho esta oportunidad para preguntarnos como “pobres y menores, ¿dónde estamos?”, para “animar y evaluar regularmente qué tan honesta, concreta y auténticamente vivimos como pobre y menores en medio de los pobres, para asegurar que todas las entidades y fraternidades locales lleguen a ser comunidades de presencia y solidaridad con y en el servicio a los pobres” (Cfr. Capítulo General 2015, Decisiones, n.8).
Me despido animándoles a vivir la eclesialidad propuesta por el Papa Francisco de una Iglesia misionera y en salida hacia las periferias, como un aporte a la nueva evangelización que busca dar respuesta a la problemática actual.
Que el Espíritu Santo siga guiando nuestra Orden y conduzca por el camino de la justicia, la paz y el bien común.
Fr. Michael A. Perry, OFM
Ministro general y siervo